
AMER, tres momentos clave.
Una película inclasificable, se podría llamar cine experimental llena de surrealismo. Al verla no se sabe si es de Luis Buñuel, David Lynch, Darío Argento o Brian De Palma. Lo que sí es claro es que “Amer” solo podría existir como película y no como novela ya que es una obra fragmentaria que carece de diálogos, porque los placeres que te brinda esta brillante, inteligente y visceral producción, son casi exclusivamente estéticos.
Está conformada por tres partes, la infancia, la adolescencia y la madurez de la protagonista en donde se plantea de una forma extraordinaria el suspenso y el terror surrealista con tintes de cine giallo (subgénero de thriller italiano).
Esta obra les ha arrebatado el pretexto narrativo, esto es, la investigación policial, para concentrarse en la exploración visual y sonora del género. No hay historia, sino una sumersión en el origen de los fantasmas de la protagonista, una revisión de los símbolos universales del erotismo y el sadismo. Los diálogos, casi inexistentes, dejan su lugar a un trabajo artesanal del sonido, que mezcla ruidos angustiosos y antiguas composiciones “a la italiana” de la mano del genial compositor Ennio Morricone para alegría de los principiantes del género.
Ganadora del Festival de Sitges y del Festival de Cine Fantástico de Málaga.
Compuesta por fragmentos –de ojos, luces, sombras, gestos— y sin diálogos, Amer se adentra en la vida de Ana, a camino siempre entre lo real y lo imaginario. Un filme de sensaciones, filmadas siempre a flor de piel.