ANDREI TARKOVSKI.
Hay películas que están imaginadas para encontrarse con ellas. Esta cualidad se magnifica cuando se habla de la cinematografía de éste voraz creador y autentico humanista que hallo en el cine su forma expresar sus preocupaciones, inquietudes, e ilusiones.
Su primer largometraje “La infancia de Ivan”, obtuvo su primer reconocimiento internacional, el León de Oro en el Festival de Venecia. De esta manera, occidente daba la bienvenida a lo que fue visto como una “nueva ola” del cine soviético, el cual se había estancado desde años atrás con la rigidez estalinista y con la muerte de los grandes maestros de esa escuela: Eisenstein, Pudovkin y Vertov. En la medida en que profundiza más sobre temas religiosos, el arte y el poder, el régimen comunista lo descalifica y le impide filmar durante algún tiempo. Así, permitiéndonos describir el cine de Tarkovski, lo más valioso es la nitidez y la sensibilidad con las que el autor se pudo acercar a asuntos universales, como la creación artística, el concepto de lo divino o las interpretaciones éticas y morales del ser humano.
Como una ironía del destino, su temprana muerte en el exilo parisino, en 1986, ocurrió cuando corrían los primeros vientos de cambio en su país natal.