El cine es un territorio en el que hay que tomar riesgos, de otro modo no vale la pena. Y bien que lo sabe. En sus películas fluye la audacia y la inteligencia que aporta el instinto, la sensibilidad y el talento de este consumado cineasta norteamericano, miembro destacado de una generación que revolucionó a Hollywood.
En el espíritu de su cine se refleja constantemente sus valores morales, sus inquietudes y sus experiencias. Ya que proviene de un barrio de Nueva York, el Bowery, sitio en donde acaban todos los borrachos de esa gran metrópoli. Ha visto a la gente destrozada, sin duda, algo que lo ha marcado. En sus propias palabras, resume en una frase lo que le interesa de sus personajes:
“He retratado a gente que aspira a ser Dios”.
Desde ese planteamiento se desplaza desde los bajos mundos de la mafia italoamericana hasta el aristocrático Nueva York o bien, a los momentos de conflicto de la vida de Cristo. Para concluir, un virtuoso en la técnica audiovisual y consecuentemente un narrador cinematográfico que ha rebasado, desde hace mucho, el “ABC” del convencionalismo Hollywoodense.
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