
STANLEY KUBRICK.
Un director que desde muy joven tuvo dos sesgos en su vida, el ajedrez, juego que le confirió a su personalidad el perfeccionismo y la precisión; y la fotografía, oficio que le permitió acercarse a la técnica del cine y que a su vez sería una de sus aficiones preferidas.
Este cineasta se ha distinguido por ser un creador metódico, agudo y muy original y que a lo largo de su obra ha explorado distintas formas cinematográficas desde la comedia hasta el cine de horror. Sus temas destacan en ciertas constantes como los mundos imaginarios, la monomanía intelectual y la obsesión de sus héroes o antihéroes, la guerra y la violencia, la estupidez humana y la traición de la inteligencia. Así bien, ha concebido imágenes que seguramente no faltaran cuando se recuerde el cine del siglo XX, el rostro perverso e infantil de Malcolm McDowell en Naranja Mecánica; los antropoides en lucha del inquietante inicio de 2001: Odisea en el Espacio, o Jack Nicholson asomado por la puerta que ha abierto a hachazos para cazar a sus víctimas en El resplandor.
Lo indudable es que este gran cineasta, hoy por hoy, ya es una referencia obligada de la cinematografía mundial.